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Villarejo SA, fontanería de Estado

Donde hay dinero ahí está Villarejo”. Esa es la frase que probablemente mejor defina al excomisario de policía más controvertido de las últimas décadas y cada vez más repetida por aquellos que alguna vez fueron sus compañeros. Su historia es la de un hombre que sólo ha vivido para enriquecerse y para ello utilizó una institución pública. Desde 1973, año en que accedió a la Policía, hasta noviembre de 2017, cuando fue detenido y enviado a prisión, la vida de José Manuel Pepe Villarejo ha estado plagada de sombras, engaños, estafas y mentiras.

Un personaje como él, que ya en los años 70 apuntaba maneras con tachones en su expediente, debería haber durado poco en el cuerpo. Primero estuvo a tiempo de coger una excedencia y abandonar la Policía a mediados de los años 80. Después, se ganó la confianza de las personas oportunas que le permitirían durante años hacer sus negocios a costa de la Policía.

Agustín Linares fue, según diversas fuentes, el introductor del excomisario

Distintos ministros del Interior, José Luis Corcuera, Alfredo Pérez Rubalcaba o Jorge Fernández Díaz, le han dejado hacer durantes décadas creando un monstruo insaciable de poder.

Varias fuentes próximas a Villarejo sitúan a Agustín Linares, subdirector general adjunto operativo (cargo que representaba entonces al máximo responsable de la Policía) entre los años 1986 a 1994 como la persona que le introdujo como el hombre idóneo para hacer esos trabajos que nadie quería hacer para el Ministerio del Interior.

Pese a su dudoso expediente, en 1993 despegó su carrera en la cúpula policial

En esa época era ministro José Luis Corcuera (1988-1993). Villarejo estaba en excedencia pero fue autorizado para realizar trabajos a través de una agencia de detectives y cobrar a través de fondos reservados, según estas mismas fuentes.

Durante su época fuera de la Policía Nacional, su currículum ya tenía varios puntos oscuros. Fue investigado por asociación ilícita, omisión del deber de impedir delitos, simulación de delito, denuncia falsa, detención ilegal e intrusismo en varios trabajos realizados para la iglesia de la cienciología, tal y como publicó La Vanguardia.

De hecho, se llegó a sentar en el banquillo de los acusados ante la Audiencia Provincial de Madrid pero logró salvarse. La Fiscalía retiró la acusación.

Apareció implicado en otras estafas. Sin embargo, no sólo le permitieron reincorporarse en la Policía en 1993 sino que su carrera fue adquiriendo solidez y poder. Según quienes le conocen, lo que Villarejo ofrecía era hacer para el gobierno el trabajo sucio.

Se apropió del trabajo de investigación contra Garzón, del que ahora es amigo

Sin embargo, lo que nadie debió calibrar es que no era un tipo de fiar. Su modus operandi ya desde aquellos años era sacar dinero de todas partes. Según una persona que le ha seguido de cerca durante décadas, él ofrecía información a los diversos gobiernos y, a su vez, se compinchaba para conseguir otro tipo de beneficios de la otra parte. Es decir, del investigado o espiado. “Siempre ha jugado a dos o incluso tres bandas”, recuerdan estas fuentes.

En la época de Corcuera como ministro se hace un hueco. Le permiten un triple juego: trabajar para Interior, para la cloacas del Estado e inflar al mismo tiempo sus empresas privadas. Algunos que le conocen aseguran que en esa época llegó a ofrecer sus servicios a otras agencias de inteligencia extranjeras y nacionales.

“Es un hombre sin escrúpulos”, sostienen quienes le han padecido. Se ofrecía para buscar etarras en el extranjero o incluso se le vincula con una operación contra un traficante de armas.

“Yo soy un patriota”, solía decir. Ahora bien, diversas fuentes policiales y judiciales advierten: Villarejo nunca ha sido un gran policía; no era una persona de fiar y probablemente gran parte de las informaciones aportadas a diversos ministerios del Interior llegaban “averiadas”. Pero de lo que no se puede dudar, según estas fuentes, es que él siempre “sacaba tajada”.

Con la operación Catalunya, el agente quedó definitivamente fuera de control

Entre la época de Corcuera y su sucesor, Antonio Asunción, el propio Villarejo sitúa la fecha en la que desde el gobierno se le encargaron llevar 80 millones de pesetas al exespía Francisco Paesa, vinculado al caso Roldán. Así lo aseguraba el propio excomisario en unos audios difundidos por el diario Público.

Tras Asunción, que dimitió por la fuga de Roldán, llegó Juan Alberto Belloch (1994-1996). Ahí saltó el informe Veritas con los puntos más oscuros de Baltasar Garzón, en una maniobra para acabar con el juez que estaba investigando el caso Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL).

Aunque Villarejo se apropia de la autoría de ese trabajo, diversas personas próximas a él sospechan que no fue un encargo que se le hizo a él sino a otros mandos policiales. Cuando se enteró, quiso aprovecharse. De hecho, Garzón y él entablaron buena relación. El exjuez –condenado por prevaricación por el Tribunal Supremo– ha defendido públicamente al excomisario y es el abogado de varios de los investigados del caso Tándem por el que éste se encuentra preso acusado de liderar una organización criminal.

Durante la época de José María Aznar también realizó trabajos inconfesables, sobre todo en el 2004. Cuando regresan los socialistas y se hace cargo de Interior Alfredo Pérez Rubalcaba (2006-2011), Villarejo tiene su gran recompensa. En 2010 consigue que le asciendan a comisario a pesar de que no tenía la capacitación para ello, e incluso le conceden una medalla al mérito policial. Operación Malaya, operación Astapa u operación Gürtel son algunos casos de corrupción política contra adversarios del PSOE en las que presuntamente intervino Villarejo. Y en todos estos casos volvió a pasar lo mismo: el doble juego del excomisario, que actuó a dos bandas.

Cuando el PP regresa al poder, Villarejo no dudó en cambiar de bando y ponerse a su servicio y ofrecer información en contra del propio Rubalcaba, como se desprende de las grabaciones entre él y la ex secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal.

Ya con el gobierno de Mariano Rajoy y con Jorge Fernández Díaz al frente de Interior, Villarejo acabó de quedar fuera de control. El ministerio no negó su ayuda y le puso al frente de la operación Catalunya con la creación –idea del entonces director adjunto operativo, Eugenio Pino– de la Policía patriótica. Informes fantasma, investigaciones a dirigentes independentistas; supuestas cuentas en Suiza de miembros de la antigua Convergència, datos comprometedores de la familia Pujol, son algunos de los trabajos realizados por Villarejo. Se le agradecieron sus servicios y para cuando el gobierno quiso darse cuenta del monstruo que tenía dentro ya era demasiado tarde para pararle los pies.